lunes, 23 de noviembre de 2009

La casa nueva

Casi todo lo que antes cabía en una casa tuvo que caber a la fuerza en esta habitación. Tiene algo así como tres por cinco metros, reducidos por los muebles a un costado y la cama por el otro. Para sacar algo del clóset, hay que tener la puerta cerrada. El televisor está a un costado de la cama, por lo que para mirar algún programa hay que voltear la cabeza a la izquierda o acostarse de lado. En un espacio así de pequeño, nunca hay orden. La ropa no cabe en los muebles destinados para ella, unos 40 libros se apilan unos sobre otros y se mezclan con cuentas de luz y papeles inútiles, los discos igual. 
Uno de los muebles es un escritorio, pero lo único que remite a su uso original es que el computador portátil está sobre él. Pero también hay una plancha, un secador de pelo, un costurero que antes era sólo una caja donde venía un vino, un bolso con cremas para la cara y las manos y papeles. Muchos papeles. También los libros y discos. 
El edificio donde se ubica esta habitación da a calle Lira, en Santiago Centro. Hasta hace menos de un año era una calle tranquila, sin ruidos exagerados. Pero la ensancharon y hoy es una de esas calles donde se hacen atochamientos en la mañana y en la tarde, con bocinazos, motos que se enrogullecen de despertar a los vecinos con sus tubos de escape y de vez en cuando, unas bicicletas suicidas. 
Los arquitectos de este edificio, previendo el caos de allá afuera, pusieron ventanas que aíslan el ruido. Algo se escucha, pero no se compara con lo que se oye cuando se abre la ventana. Cosas como ésta, más la alfombra del piso y lo nuevo del departamento, hacen que la habitación sea pequeña, pero cómoda.