domingo, 27 de diciembre de 2009

Por qué me voy a hacer clases

Viví hasta los 17 años en una comuna rural que se llama Pichidegua. Queda en la Sexta Región y tiene cerca de 18 mil habitantes. Datos más, datos menos, en ese lugar hay un 20% de personas que vive en situación de pobreza. La última cifra nacional es de 13%.

Mi madre era profesora, por lo que desde niña me vi rodeada de libros y de gente con coversaciones interesantes. Cuando debía esperar a que saliera de su trabajo me iba a la biblioteca de la Tía Ana María, que a los 11 años me tenía leyendo Los Miserables, de Víctor Hugo. En mi barrio, no había niños a los que les gustara leer. Muchos tenían problemas serios debido a la pobreza. Debían hacerse cargo de sus hermanos, trabajar en las faenas del campo en los veranos y mojarse con mangueras para pasar el calor, o meterse a la "ducha", que era un cuarto en el patio cubierto de sacos de plástico con una manguera arriba. Cuando jugábamos a las muñecas, teníamos que compartirlas. Cuando se acababa el día, jugar con velas porque mis amigas no tenían luz eléctrica.

Cuando me alcanzó la adolescencia, me daba rabia que la gente fuera tan pasiva. Que no viera más allá de sus narices. Me sentía superior, sólo porque pensaba que había un futuro más allá de las típicas ocupaciones de mi pueblo. Por supuesto, era orgullosa y tenía pocos amigos. Mis amigas de infancia comenzaron a embarazarse. Mi rabia contra ellas se incrementaba porque no entendía, no me cabía en la cabeza que no tuvieran expectativas.

Pos suerte, la adolescencia se me pasó. Y ahora, con 26 años, luego de estar cuatro de ellos trabajando en medios de comunicación cubriendo las noticias (casi siempre malas noticias) de educación, me siento culpable por haber pretendido pasar piola por la vida.

Me acuerdo de mis amigas, de ese pueblo cubierto por el polvo. Pienso en todas esas niñas y niños que pareciera que tienen el destino escrito por otros. Que desde que entran a la escuela están condenados o bendecidos, según sea el presupuesto que sus padres tengan para pagar por su educación. ¡Por plata!
Y me da rabia, ya no con ellos ni con su ignorancia y falta de expectativas, sino conmigo y con todos los que hemos podido educarnos un poco más para pensar en estas cosas.

Por eso renuncié al diario donde estuve por dos años, en un puesto cómodo y bastante bien remunerado. Y me iré a una escuela a aprender y enseñar Lenguaje a jóvenes de enseñanza media.

No es que me sienta iluminada ni nada por el estilo. Soy un simple ser humano. No he ganado nada, ni le he ganado a nadie. Admiro a quienes sí lo han hecho. Sólo se que quiero recuperar el tiempo perdido. Quiero lograr que quienes sean mis alumnos crean en ellos mismos. Puede que sea tan difícil, que me den ganas de renunciar. Puede que sea tan poco el impacto, que sólo sirva para que uno de ellos se acuerde alguna vez que hubo una profesora que le dijo que podía ser el mejor si se lo proponía...y luego se rían de tal atrevimiento.

No me importa. Tengo confianza, tengo ganas, tengo fuerzas. Siento que soy capaz de hacerlo, y lo haré por todas esas amigas de infancia, por los compañeros de curso del colegio de Pichidegua que tuvieron una historia tan distinta a la mia, lo voy a hacer por mi tía de la biblioteca, que murió de un cáncer antes de que alguien pudiera darse cuenta de que era una heroína de la vida cotidiana. Lo voy a hacer, así pasen los años y alguien me diga "era sólo una locura de niña joven e inconciente, menos mal que entendiste que el mundo no va a cambiar".

domingo, 13 de diciembre de 2009

Olla de grillos en la cabeza

Tantas cosas en qué pensar y tan poco tiempo. Tanta gente en mi cabeza. Tantos hechos sin explicación. No quiero frikearme, no quiero tener estilo, no quiero escribir de cosas que no entiendo, no quiero que me comparen, no quiero seguir estafándome, haciéndome trampas, mirando al sol hasta sentir que me quedo ciega. Ya se lo que no voy a hacer. Algo es algo.

Ya hice mi rayita


I
Una nueva jornada de elecciones. En los medios se escuchó, como siempre, la importancia "de cumplir con el deber cívico". Mi candidato era Marco Enríquez Ominami, MEO. Perdió, pero le dio una buena mascada a Frei, el hijo putativo de Bachelet: Le robó un 20% de sus adherentes. Entre esos números, estaba yo.
Hacía calor cuando me metí en la urna. Tomé el voto de presidente, y no pude resistir leer con algo de ironía que aquellos que piden un cambio son los mismos de siempre: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hijo de ex presidente y ex presidente él mismo. Sebastián Piñera Echeñique, emparentado con la crema y nata del país. Y Marquito Enríquez Ominami Gumucio, hijo por partida doble de animales políticos, nieto de varios Gumucio, que desde los 1800 son parte de la fronda política.

II
Pobre Rodrigo Alvarez. Presidente de la Cámara de Diputados, mateo, aplicado, puntual y respetado por sus correligionarios de la derecha y por sus opositores de la Concertación. Ordenado, conciliador, joven. Una promesa.
Su único defecto, a mi parecer, es su fatal parecido a George Constanza, el personaje perdedor de Seinfeld. Nadie puede votar por Constanza sin sentir que está tirando el país a la basura.
El iba de candidato a diputado por el distrito 21, Ñuñoa y Providencia. Le iban a poner de compañero de lista a uno de los revoltosos Monckeberg, pero pidió que se la hicieran fácil. El niño favorito de la UDI consiguió su propósito y le pusieron a Marcela Sabat. Su única gracia era parecer modelo de Miss 17, y ser hija del alcalde de Ñuñoa. En las fotos, vestida de peto amarillo, que hacía juego con su blondo cabello, salía con el "Tío Piñera", en una actitud como de fiesta de primera comunión, abrazada.
No la habían visto ni en pelea de perros, pero todos votaron por ella. Me imagino a una manga de califas pasándose rollos con la rubia, y votándola sólo para verla más seguido en la tele.
Pobre Constanza, tendrá que volver a ponerse la chaqueta café y esas gafas horrendas, y regresar a su papel de eterno secundario, perdedor y chistoso.
III
El próximo 17 de enero, nuevamente a la urna calurosa. Ya no tengo candidato y una inexplicable vacío se apodera de mí. No sé dónde poner la rayita. MEO nos dejó en libertad de acción, señalando que no endosará ni un solo voto y que no apoyará a ninguno de los dos candidatos que quedaron en carrera. Estoy huérfana de presidente. Quiero que vuelva mami Bachelet.


lunes, 23 de noviembre de 2009

La casa nueva

Casi todo lo que antes cabía en una casa tuvo que caber a la fuerza en esta habitación. Tiene algo así como tres por cinco metros, reducidos por los muebles a un costado y la cama por el otro. Para sacar algo del clóset, hay que tener la puerta cerrada. El televisor está a un costado de la cama, por lo que para mirar algún programa hay que voltear la cabeza a la izquierda o acostarse de lado. En un espacio así de pequeño, nunca hay orden. La ropa no cabe en los muebles destinados para ella, unos 40 libros se apilan unos sobre otros y se mezclan con cuentas de luz y papeles inútiles, los discos igual. 
Uno de los muebles es un escritorio, pero lo único que remite a su uso original es que el computador portátil está sobre él. Pero también hay una plancha, un secador de pelo, un costurero que antes era sólo una caja donde venía un vino, un bolso con cremas para la cara y las manos y papeles. Muchos papeles. También los libros y discos. 
El edificio donde se ubica esta habitación da a calle Lira, en Santiago Centro. Hasta hace menos de un año era una calle tranquila, sin ruidos exagerados. Pero la ensancharon y hoy es una de esas calles donde se hacen atochamientos en la mañana y en la tarde, con bocinazos, motos que se enrogullecen de despertar a los vecinos con sus tubos de escape y de vez en cuando, unas bicicletas suicidas. 
Los arquitectos de este edificio, previendo el caos de allá afuera, pusieron ventanas que aíslan el ruido. Algo se escucha, pero no se compara con lo que se oye cuando se abre la ventana. Cosas como ésta, más la alfombra del piso y lo nuevo del departamento, hacen que la habitación sea pequeña, pero cómoda.

martes, 25 de agosto de 2009

Ay la cueca

Un martes cualquiera, un hombre con cara de caricatura a lo Profesor Topaze de los años 3o escucha una cueca y se acerca a una mujer de cabello rojo que lo mira deseosa. Bailan, hacen como que se tocan, se huelen de cerca, acezan, y luego vuelven a su lugar. El aire se calienta, el pandero suena y la guitarra rasguea el clásico uno dos y apagado. El público se entusiasma y participa del rito. El hombre caricatura, de pañuelo al cuello, saca a bailar a otras mujeres, a quienes mira y persigue en una cueca muy distinta a esa que todos debimos aprender en el colegio. Esa de la media luna a un metro del otro, mirando al piso. Si en la escuela nos hubiesen enseñado el verdadero sentido de este baile, y no esa cosa mecánica y fome, seríamos todos cuequeros.
Qué ingenuidad pensar que en la escuela nos iban a decir que el baile es una especie de puesta en escena pública del sexo, que no hay nada más erótico que moverse al lado de aquél al que se desea y verlo sudar y gozar con el calor de la música. No, eso no se enseña en la escuela. Hay que ir a lugares como el Opera Catedral un martes en la noche para empezar a entenderlo.

sábado, 8 de agosto de 2009

Dalva y Rafael están casados hace más de 30 años. Viven en Chiloé. Si no fuera por Dalva, Rafael sería un niño de 50 años. Si no fuera por Rafael, que naufragó mientras pescaba en esa isla sureña, Dalva viviría en PuertoVaras. 
Eran los ochenta y no había forma de avisarle a la familia que la lancha pesquera casi se parte en dos, pero que estamos todos vivos. En una isla, con poca gente y pocos materiales para reparar el desperfecto, los meses pasaron y la familia lo dio por muerto. Pero Rafael, acostumbrado al mar y sus mañas, volvió a los dos meses a su casa. Y no lo hizo solo. Volvió con los ojos llenos de atardeceres brillantes y con una idea luminosa: "Nos vamos para allá", le dijo a Dalva. Y ella aceptó. 
De eso ya pasaron 20 años y hoy viven en una casita a la orilla del mar en Tenaún. Este es un pueblo que tiene todo lo necesario para sobrevivir: Bosques donde recoger castañas, mareas bajas para salir a mariscar, casas con calefacción a leña, mate a la hora que a uno se le ocurra, vecinos amables que te convidan chicha, un bar, una escuela, la iglesia y el cementerio. Y silencio las veces que sea necesario. 
En febrero pasado estuve allí. Llegué de casualidad, buscando un lugar lejano donde pasar unos días perdida del mundo. El camino desde Castro a Tenaún es difícil y demora unas dos horas, pero en un buen auto se logra. Si no, existen micros dos veces al día que si bien dejan los riñones a la altura de la garganta son una opción para observar mejor el paisaje y sus habitantes. O para que ellos te observen a ti, que es lo más probable.