martes, 25 de agosto de 2009

Ay la cueca

Un martes cualquiera, un hombre con cara de caricatura a lo Profesor Topaze de los años 3o escucha una cueca y se acerca a una mujer de cabello rojo que lo mira deseosa. Bailan, hacen como que se tocan, se huelen de cerca, acezan, y luego vuelven a su lugar. El aire se calienta, el pandero suena y la guitarra rasguea el clásico uno dos y apagado. El público se entusiasma y participa del rito. El hombre caricatura, de pañuelo al cuello, saca a bailar a otras mujeres, a quienes mira y persigue en una cueca muy distinta a esa que todos debimos aprender en el colegio. Esa de la media luna a un metro del otro, mirando al piso. Si en la escuela nos hubiesen enseñado el verdadero sentido de este baile, y no esa cosa mecánica y fome, seríamos todos cuequeros.
Qué ingenuidad pensar que en la escuela nos iban a decir que el baile es una especie de puesta en escena pública del sexo, que no hay nada más erótico que moverse al lado de aquél al que se desea y verlo sudar y gozar con el calor de la música. No, eso no se enseña en la escuela. Hay que ir a lugares como el Opera Catedral un martes en la noche para empezar a entenderlo.

sábado, 8 de agosto de 2009

Dalva y Rafael están casados hace más de 30 años. Viven en Chiloé. Si no fuera por Dalva, Rafael sería un niño de 50 años. Si no fuera por Rafael, que naufragó mientras pescaba en esa isla sureña, Dalva viviría en PuertoVaras. 
Eran los ochenta y no había forma de avisarle a la familia que la lancha pesquera casi se parte en dos, pero que estamos todos vivos. En una isla, con poca gente y pocos materiales para reparar el desperfecto, los meses pasaron y la familia lo dio por muerto. Pero Rafael, acostumbrado al mar y sus mañas, volvió a los dos meses a su casa. Y no lo hizo solo. Volvió con los ojos llenos de atardeceres brillantes y con una idea luminosa: "Nos vamos para allá", le dijo a Dalva. Y ella aceptó. 
De eso ya pasaron 20 años y hoy viven en una casita a la orilla del mar en Tenaún. Este es un pueblo que tiene todo lo necesario para sobrevivir: Bosques donde recoger castañas, mareas bajas para salir a mariscar, casas con calefacción a leña, mate a la hora que a uno se le ocurra, vecinos amables que te convidan chicha, un bar, una escuela, la iglesia y el cementerio. Y silencio las veces que sea necesario. 
En febrero pasado estuve allí. Llegué de casualidad, buscando un lugar lejano donde pasar unos días perdida del mundo. El camino desde Castro a Tenaún es difícil y demora unas dos horas, pero en un buen auto se logra. Si no, existen micros dos veces al día que si bien dejan los riñones a la altura de la garganta son una opción para observar mejor el paisaje y sus habitantes. O para que ellos te observen a ti, que es lo más probable.