lunes, 10 de enero de 2011

Una de Manuel Rodríguez

"Soy de aquellos que creen que en esto de los gobiernos republicanos deben cambiarse cada seis meses o cada año lo más, para de ese modo probarnos todos, si es posible, y está tan arraigada en mí esa idea que si yo fuese el director y no encontrase quien me hiciese una revolución, me la haría yo mismo"


jueves, 23 de diciembre de 2010

Elsa

No sabía de días porque vivía en un mundo donde no había fechas ni calendarios. Su reloj se detuvo en los años 30, época que para los viejos nostálgicos era más simple, pero que para las mujeres valientes fue una tortura. No sólo porque había que callar las pasiones, los miedos, las aventuras, sino porque había que pretender ser quien no se era.

Ella era una mujer valiente, perseverante y decidida. Tierna y romántica, también. Supo vivir con lo que tenía, que a veces no era más que un saco de harina para hacer pan y seis bocas para alimentar. En esos días, miraba por la ventana hacia el campo de flores, pero no le recordaban momentos más alegres. Le traían a la memoria ese tiempo en que ensangrentó sus manos cortándolas para llevarlas a Valparaíso.

No sabía de días, porque una noche su cabeza decidió que no seguiría trabajando. Su memoria se extinguió como esas lámparas de gas que alguna vez hubo en su casa. Amaba las aceitunas pero una tarde olvidó cómo se llamaban. Otro día, tal como esas brisas que pasan rápido y levantan las faldas a las niñas desprevenidas, olvidó su nombre y el del que amó toda su vida. Sabía que su cuerpo seguía estando ahí, pero ya no lo reconocía. Por las noches, cuando sentía roncar a alguna de sus hijas que se turnaban para cuidarla, solía tocarse por completo. Desde los pies hasta llegar a su cabello, para ver si se reconocía. Luego trataba de gemir como en los tiempos idos, pero en eso despertaba a su guardiana y alcanzaba a mascullar un "quiero ir al baño", para que no la sorprendieran en tan secreto afán.

Durante los veranos, se quedaba mirando los damascos. Esa fruta tan llena de color y con un cuesco rugoso al centro, llena de fibras, llena de olor, le recordaba algo. Tal vez un verano en el que con sus primos y hermanas se tiraban piqueros en el río, y salían corriendo del agua a comer esa fruta olorosa.

Sus últimas palabras, a los 94 años, fueron una anécdota. En cambio su familia las interpretó como una señal, un camino a seguir. Ella dijo "miren por la ventana". Nadie, mas que ella, sabrá que significaban.

(Te extraño, Elsa)

domingo, 5 de diciembre de 2010

La Nación y sus viudos

Cuando apareció en los medios que el diario La Nación se cerraba, los comentarios celebraban, casi en forma unánime, la medida. "Esos periodistas ahora van a saber lo que es trabajar", "sólo se dedicaban a hacer campaña por la Concertación", y así.

Es cierto que este diario venía decayendo hace tiempo, pues contaba con una baja lectoría en su versión papel. También es cierto que hubo quienes lo usaron para hacer campaña de una manera tan burda, que el proselitismo de otros medios pasaba colado.
Pero esos tienen nombre y apellido. Y la historia se encargará de ponerlos en su sitio.

Para quien nunca estuvo en el edificio de Agustinas es difícil entender la mística que existía en ese lugar de trabajo. Tampoco sabían que allí se escribían cosas que en otros medios se callaban. Se hablaba de pobreza de una forma diferente, tanto que la sección Sociedad fue finalista con varias crónicas el año 2007 del premio Pobre el que no cambia de mirada. Uno de los trabajos, de Antonio Valencia, era una infografía con la foto de una familia que vivía con $120 mil pesos al mes. En ella, se detallaba en qué se gastaba la plata el clan. Otra crónica, de mi autoría, hablaba de la estafa de la educación secundaria técnica, que prometía una salida laboral digna, que pocas veces se cumplía.

Allí me formé como periodista de Educación. Más que eso, allí aprendí a escribir. Aprendí a distinguir noticia de anécdota, aprendí a escuchar. Aprendí que en el trabajo, si hay mística y ganas, se pueden hacer grandes cosas. Que un equipo unido, aunque sean cinco gatos, puede mover a un diario completo. Que las convicciones hay que pelearlas, que la autocensura puede ser la peor enemiga de un periodista. Aprendí de personas valientes, y también de las que no lo eran, a enfrentar las presiones, los cambios de titular, los retos del jefe.

Sin embargo, la anécdota de un puñado de periodistas no tendría valor si no fuera porque esos periodistas se la jugaron por decir cosas diferentes. Esa es la gran pérdida tras el cierre de un periódico de 93 años de historia: se calla una voz distinta, se da una señal de que no vale la pena pelear por interpretar la realidad lejos del duopolio. Lejos de la tele, de los realities y la farándula.

Golpeábamos a los grandes, aunque ellos tenían 40 autos para salir a reportear y nosotros, dos. Nunca había plata, pero la cobertura se hacía con pasión. A pesar de que sabíamos que pocos nos leían. Hablábamos de cómo las mujeres de la cárcel se las arreglan para tener sexo, de lo que pasa en los campamentos, de cómo es el invierno en las casas chubi, de las escolares embarazadas, de los robos de los dueños de las escuelas subvencionadas. Teníamos una sección, "Yo acuso" en la que perseguíamos a las empresas para que se hicieran responsables por sus errores. Cosas chicas, pero relevantes a la hora del servicio público. Una vez, conseguimos que Lan recuperara una maleta perdida y otra, que una inmobiliaria se hiciera cargo de una mala venta de una propiedad.


En fin, los que quedamos viudos de La Nación sabemos lo que ocurrió en ese edificio de calle Agustinas. Los que leían el diario porque seguía persiguiendo a los violadores de los derechos humanos; las minorías de cualquier tipo; los que nunca salen en los medios, también lo saben. Por eso, estuvieron en la despedida. Porque se quedaron un poco más solos, igual que nosotros.




martes, 9 de noviembre de 2010

La tía María

Hay personas que son parte del mapa de la vida de cada cual. Cuando desaparecen, es como una mancha de tinta en ese mapa. Algo se borra, se empieza a hacer difuso. Los recuerdos te dan pena y luego una sensación como de vejez de la memoria. De que todo lo que pasó con esa persona fue un sueño.

Ayer murió la tía María. Mi relación de parentesco con ella es difícil de explicar, pues se supone que era prima de mi abuelo, pero en los albores del 1900 los parentescos estaban muchas veces definidos por relaciones de amistad más que de sangre.

Ella estuvo siempre ahí, cariñosa y amable. La conocí vieja. Nunca imaginé cómo habrá sido de joven. Recuerdo que siempre me decía cosas halagadoras cuando iba a su casa, que me encontraba linda o simpática, cosas que diría una abuela a su nieta. Y me ofrecía un vasito de Coca-Cola.

Hoy lloré cuando supe la noticia. Los personajes que poblaron mi infancia van desapareciendo. Se van al libro de la memoria. Lloré y pensé en ella, en los que se fueron y en los que se irán. Escuché en mi mente la canción de Pedro Aznar, "Amar y dejar partir". Me quedo con la letra:

Lo que algún día
tuvo comienzo
tendrá fin
somos lluvias
en un río de abril

Todo se marcha
todo nos deja
seguir
es pañuelo que se agita
vivir

Cuando no estés
serás una sed
hebra de luz
en mi ser
tu ser

Cuánto camino
hicieron mis pasos
aquí
hoy soy sólo los abrazos
que di

La arena sabe
amar y dejar partir
quién pudiera
tan liviano
fluir

Cuando no esté
me harás florecer
en tu recuerdo
y seré
seré...

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Celebrando los 200

Esta cosa de las fiestas patrias siempre terminan saturando de patrioterismo, "banderismo", chovinismo y todos esos ismos que nos hacen sentir como borregos siguiendo discursos que llaman a una cosa indefinida que bautizan como unidad nacional y defensa de los valores patrios. Me cargó la celebración oficial del bicentenario porque estuvo repleta de discursos excluyentes: que somos un país a punto de ser desarrollado, sin grandes conflictos sociales, que baila cueca, que se levanta del sufrimiento una y otra vez...En fin, discursos todos que dejan fuera a una parte importante de los chilenos, que solo tienen como misión en la vida ser comparsa de una elite que los incluye en su imaginario (y en sus oraciones, por cierto) cuando quedan atrapados en el interior de un yacimiento minero.

Estas celebraciones son un reflejo de lo que nos falta como país. Mientras todos los supermercados adornaban sus góndolas con banderas y papelería tricolor, se negaban a dar feriado a sus trabajadores. Y cuando una ley los obligó, los dueños de uno de ellos, el Jumbo, decidieron que mantendrían sus locales abiertos durante tres días para que los consumidores pudieran comprar la carne para el asado, incluso si se les ocurría hacerlo a las 3 de la mañana. Un local abierto 24 horas no sería motivo de reclamo si esta misma empresa no pagara la miseria de $ 2.400 pesos por hora extra a sus trabajadores. Viva Chile.

Eso es la celebración oficial. En cuanto a las celebraciones personales, debo decir que esta fue una de las mejores fiestas que he pasado en mi vida. Fui a casa de mis padres en la localidad rural de Pataguas Cerro. Y pude vivir un poquito como vive esa comunidad. Fue increíble: no paramos de reír, bailar, comer cualquier cosa salida de las cocinas siempre encendidas, tomar mate. Y fuimos con familia y amigos a la fiesta costumbrista. Una fiesta en la que no se escucha más que grupos folclóricos de la zona y se come sólo la comida tradicional, por decisión de los organizadores. Lo único que estos huasos no pudieron evitar es que se vendiera ron....hay algunos que no abandonan sus costumbres etílicas por nada.

Más que por la fiesta, lo que de verdad hizo de esta celebración memorable es que todos parecían ser amigos. Incluso los que no se habían visto nunca se saludaban e intercambiaban palabras, cosa que no es muy habitual en el cotidiano chilensis. Alguien te sacaba a bailar y no podías decir que no. Y cuando pusieron cumbias, los jóvenes no aguantaron mucho rato y pidieron que volvieran a tocar cueca.

En esta feria, el grupo que está contra la termoeléctrica tuvo su stand. Aunque terminé medio insolada por estar toda la mañana armándolo, fue una gran experiencia. Mucha gente se acercó a preguntar, a firmar su apoyo o a decir que estaba a favor de este tipo de plantas. Fue enriquecedor y a la vez, una muestra de que no estamos tan dormidos como parece.

La despedida de esta fiesta y de los amigos fue triste, como si hubiésemos compartido toda una vida. Nos abrazamos con nostalgia prematura porque va a pasar mucho tiempo antes de que volvamos a vernos. Ojalá sea en una celebración como ésta, en la que la sencillez es la premisa y el ánimo de disfrutar y conocer a otros, lo que se debe llevar puesto.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Diego Portátil

Fui a ver el documental "Diego Portales, la Ultima Carta". No me acuerdo el nombre de la realizadora pero es de la productora "Sólo por las niñas". La historia parte cuando encuentran los restos mortales del ministro -que fue un presidente en las sombras después de la Guerra de Independencia- en la Catedral de Santiago. Portales es retratado como un tipo duro, que hace lo que está a su alcance, desde desterrar a sus enemigos, fusilarlos y decretar leyes secretas, para que el país tenga un orden aceptable para poder empezar a hacer negocios en él.
La cosa es que me queda la misma sensación de siempre respecto a los personajes históricos: pueden ser unos salvadores de la patria o unos verdaderos hijos de puta. Nada nuevo en eso, salvo las intervenciones de Gabriel Salazar, siempre poniendo la nota izquierdosa entre tanto historiador de derecha.
Salazar es un maestro. Premio Nacional de Historia, dedica su investigación a todos aquellos que la historia oficial no cuenta, como los niños guachos, peones, proletarios...los pobres.
En una de sus intervenciones, Salazar concluye que nuestra idiosincrasia es hija de la dictadura (de todas las que han habido en la historia de Chile) y de las intervenciones militares. Todas nuestras constituciones nacen a partir del autoritarismo. Nunca pudo participar otro que no fuera adicto al tirano de turno, pensemos en un Jaime Guzmán en tiempos de Pin8. De ahí en adelante entonces...todo mal. Se nos dice que somos un país ordenado, pero en realidad somos un país plagado de sumisos ante el autoritarismo de unos pocos (concluye el documental), los mismos de siempre. Los que redactan constituciones, los que reprimen en la calle y los que en unos cien años más van a ser encontrados y vueltos a enterrar, como Portales -el gran puta madre de la patria- con honores de Estado.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Bar The Clinic

Yo pensaba que era como un Liguria barato, pero fue una sorpresa agradable el Bar The Clinic. Es cierto que hay mucha gente engrupida por la marca, pero también hay otra que va a disfrutar genuinamente de platos como el "Longueira", longaniza larga con dos papas al lado (nada a la imaginación) que está para convertirse en un clásico. Un detalle que terminó de conquistarme, además de la carta con chistes y buenos nombres de comida y bebida, fueron las frazadas en el patio, que sirven para incentivar al público a quedarse en invierno. Más encima, si en el lugar donde están se promocionan, cómo no, como "zafradas pal frío". Chilenismos nuevos y antiguos se mezclan con música de Los Jaivas y Sol y Lluvia para los nostálgicos...una estética que se ha estado instalando de a poco en bares de Santiago.
Le doy tres millones cuatrocientas mil estrellas y un longueira, parafraseando al pendejito este que critica películas en El Mercurio.