lunes, 1 de febrero de 2010

Escuela de Verano

El punk de sonrisa tímida



Cristóbal tiene 16 años y cursará por segunda vez el segundo medio. Su técnica de supervivencia en el colegio es copiar. No pasa piola: ya ha sido expulsado de un liceo y en el que está actualmente ya fue suspendido por poner una bomba de ruido en el basurero. "No fue terrorismo, tía, fue puro hueveo", me aseguró hace un par de días, cuando me contaba su historia.



Hace tres semanas, Cristóbal era un extraño para mi. Un extraño de temer: vestido de punk y con corte de pelo mohicano, se divertía dibujando símbolos nazis en las pruebas.



No se bien qué pasó. Un día Cristóbal tuvo un ataque de risa incontrolable y la profesora Estefany, mi compañera de Lenguaje, lo sacó al pasillo. Le dijo "Hagamos un compromiso: si mañana llegas a las 8.30 con un libro para leer conmigo, entenderé que estás comprometido". Cristóbal no sólo llegó ese día, sino todo el resto del curso de tres semanas, con un libro bajo el brazo. Fue uno de los tres alumnos que nunca faltó a clases.



Al final del curso de tres semanas, no podía entener mi ceguera al verlo como una amenaza. Menos aun cuando sonreía: tenía una mirada como de pajarito, y una sonrisa tímida. Le temblaban un poco los labios: parecía haber perdido esa costumbre de reír ante un profesor o incluso ante cualquier adulto.



En una de las clases, los alumnos debieron escribir en un post-it cuáles eran sus metas para el resto del año. Cristóbal escribió: "Quiero pasar de curso con promedio 6..... y quiero irme luego a almorzar porque tengo hambre!" Algo es algo, pensé.


El último día de clases, Cristóbal estaba sentado en la orilla de la cancha donde el resto de sus compañeros jugaban la última pichanga de la escuela de verano. Me senté a su lado. Conversamos de cualquier cosa. Luego de tres semanas, dos perfectos desconocidos son capaces de hablar de trivialidades como el fútbol y los programas de televisión, eso no es extraño. Sin embargo, pasado el momento de frivolidad, empezó a contarme de su vida, de cómo sobrevivir en un barrio asediado por el narcotráfico, de las veces que lo habían asaltado. Cuando comenzó su relato, vi en sus ojos una mirada de adulto, casi diría que de anciano resignado y conocedor de la vida. De la vida que le tocó. Y yo me convertí en una niña que no sabe nada de lo que pasa allá afuera.

Llegó el bus que recogía cada tarde a los estudiantes. Nos despedimos. "Que te vaya bien, mucha suerte, espero que nos veamos". No nos veremos más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario