martes, 25 de agosto de 2009

Ay la cueca

Un martes cualquiera, un hombre con cara de caricatura a lo Profesor Topaze de los años 3o escucha una cueca y se acerca a una mujer de cabello rojo que lo mira deseosa. Bailan, hacen como que se tocan, se huelen de cerca, acezan, y luego vuelven a su lugar. El aire se calienta, el pandero suena y la guitarra rasguea el clásico uno dos y apagado. El público se entusiasma y participa del rito. El hombre caricatura, de pañuelo al cuello, saca a bailar a otras mujeres, a quienes mira y persigue en una cueca muy distinta a esa que todos debimos aprender en el colegio. Esa de la media luna a un metro del otro, mirando al piso. Si en la escuela nos hubiesen enseñado el verdadero sentido de este baile, y no esa cosa mecánica y fome, seríamos todos cuequeros.
Qué ingenuidad pensar que en la escuela nos iban a decir que el baile es una especie de puesta en escena pública del sexo, que no hay nada más erótico que moverse al lado de aquél al que se desea y verlo sudar y gozar con el calor de la música. No, eso no se enseña en la escuela. Hay que ir a lugares como el Opera Catedral un martes en la noche para empezar a entenderlo.

2 comentarios:

  1. Hola, Katy, me gusta mucho como escribes. Pienso que lo haces muy bien. Tienes mucha creatividad. Tus frases no caen en aquello que muchos llaman, lugares comunes. Te felicito. Te he leído aquí y en el curso de Meneses, en el que somos compañeros. Muchos éxitos.
    Ramón (Ecuador)

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  2. Hola Ramón. Este lugar estaba bastante botado, pero lo retomo desde ahora. Envíame algo de tus escritos, siemrpe es entretenido compartir. Saludos,

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