martes, 13 de julio de 2010

Llegan los bebés...se acercan los treinta

Laura es la hija de mi mejor amiga de la universidad y probablemente nazca en las próximas dos semanas, en el hospital Luis Tisné. En los últimos cinco años, gran parte de mi círculo de amistades ha pasado por la experiencia de la maternidad. Mis visitas a la clínica para esperar un nacimiento ya tienen su rutina: llego, saludo a la familia, converso un rato si es que hay confianza, me voy a comprar un café y nos sentamos a esperar las esporádicas y nerviosas salidas del padre de la criatura con las noticias de los centímetros de dilatación de la madre. Y la guinda de la torta es ver al bebé a través de un vidrio hasta que la enfermera nos pide que lo dejemos descansar.


Mi primer parto fue de larga distancia. Estaba en Concepción y mi amiga del colegio le pidió a su pololo que me llamara para avisar que venía Sayén. La conocí meses después. Uno de mis últimos partos fue el de mi prima Ale. Eramos veinte personas esperando a Magdalena y bebiendo sidra en el estacionamiento mientras la bebé dormía en su cuna. Entre medio, nacieron Sofía, Oscar, Pablo, Manuel, Leonor, Clara...


Los treinta


Cuando estaba en la universidad, aquella gloriosa del arco de Medicina en Concepción, tuve un grupo de amigas con las que compartimos todas las lluvias y los carretes. Hace cinco años jugábamos a lanzarnos de la escalera del segundo piso a un colchón, en una casa demasiado elegante para nosotras. Pintábamos lienzos de protesta en el living de la casa, hacíamos engrudo para pegar los afiches, nos subíamos a las mesas de un bar a cantar algún clásico del repertorio latinoamericano.
Hace menos de tres años, nos emborrachábamos en el dormitorio de una de ellas y nos sacábamos fotos parodiando a Sex and The City.

De repente, tres de las cinco chicas tienen hijos. Y cuatro de cinco tienen pareja muy estable. Soy minoría absoluta.



Hace poco hablaba con un amigo acerca de los treinta años y de que no me imagino cumpliéndolos. No se si me va a dar una crisis, si voy a sentir que se me va el tren, o voy a hacer una fiesta en la que nos veremos un poco más viejos y bailaremos la Mayonesa como los treintones de hoy alucinan con la música podrida de los ochenta. Quizás ni siquiera me de cuenta. En una de esas, me empiezo a juntar con gente más joven, sólo por no querer asumir que ya soy adulta. O con gente más vieja, para seguir siendo la péndex del grupo.

Algo de esto se me va a pasar por la cabeza cuando esté sentada en la sala de espera del Luis Tisné esperando a Laura, la hija de mi mejor amiga de la univesidad.

2 comentarios:

  1. llorè!!!!! aunque pase el tiempo la escencia queda y los recuerdos marcan la pauta... cuando Mi Laurita te diga tìa kathy y te invite a sus cump0leaños.... aùn seguiremos siendo las pendex de la universidad que corriamos en noches de carrete tomando vino de mala calidad y guardando los 500 pesos que tenìamos en comùn hasta el final.

    te4 Quiero loquilla y no0 desesperes que las precoses somos nosotras, jeje

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  2. "Haría cualquier cosa por recuperar la juventud... excepto hacer ejercicio, madrugar, o ser un miembro útil de la comunidad".
    (Oscar Wilde)

    Besos!

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