"La familia minera no es la que
conocimos hace 100 o 150 años,
hoy el minero es educado...un minero
que se puede sentar en cualquier
mesa de Chile"
Mario Sepúlveda, atrapado en la Mina San José
El drama de los 33 mineros atrapados en el yacimiento San José ha emocionado a todo el país. Nadie puede quedarse afuera cuando se ve en televisión un video de un viejo minero enviando saludos a su familia, diciendo que están bien y que tienen esperanzas de salir.
Esta historia, en la que el Estado y la empresa privada una vez más son cómplices de la precariedad en el trabajo de los obreros de Chile, muestra una cara diferente. Las palabras de Mario Sepúlveda lo reflejan. Dicen "ya no somos los ignorantes que pensaban que éramos". Pura conciencia de quien se es y de lo que se tiene para luchar.
Esta historia ha sido la epopeya del pueblo unido. Desde el chofer del camión que no durmió para recorrer medio Chile para llegar a tiempo con la sonda, hasta el carabinero que juega fútbol con los hijos de los atrapados. Parvularias que les hacen clases, un señor anónimo que reparte agua potable en el campamento donde esperan los familiares, operarios de máquinas haciendo turnos de 24 horas. Todos, reconociendo que la unidad hace la fuerza. El pueblo unido versión 2.0.
Otro ejemplo de pueblo unido es lo que pasa con la pelea contra las hidroeléctricas y las termoeléctricas a lo largo del país. El caso más evidente es el de Punta de Choros: una comunidad pequeña que se organiza de a poco, defendiendo una de las reservas marinas más bellas de Chile, a la que termina adhiriendo todo un país. Este grupo organizado consiguió que el presidente y su gobierno cambiaran de planes: si a principio de año la empresa Suez Energy, encargada del proyecto de instalar la central cerca de la reserva, recibía el visto bueno del Ejecutivo, tras la protesta ciudadana en las capitales regionales de casi todo el país, Piñera detuvo el proyecto, usando las típicas artimañas de la elite chilena: el llamado al amigo que conoce al amigo y que detiene el proyecto. Cero institucionalidad, puro compadrazgo. Por lo menos, como pocas veces ésta fue a nuestro favor.
Las comunidades rurales ya no somos las mismas de hace 100 o 150 años, parafraseando al amigo minero. Los hijos de los campesinos salieron a estudiar y ahora aportan desde sus saberes, que mezclan la experiencia del campo y la ciudad. Las poblaciones rurales no reclaman contra la instalación de una termoeléctrica por causa de su ignorancia sino todo lo contrario: porque saben de los perjuicios que traen y lo pueden demostrar con cifras y datos, tal como les gusta a los tecnócratas.
En esta mano -como dijo el huaso- a ver quien es mas "agallao".
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